Por los empinados puertos de nuestro litoral, sacrificando la vida, te vi muchas veces dormida en los portales, mujer de los oscuros ojos, mientras los hijos te nacían. Te vi temblar bajo los brillantes soles. Temblar bajo el rayo y el granizo cuando vendías el pan salado, de esas perlas de la mar contadas por tu mano.
Despúes de andar por esos mundos sin detenerte nunca, cuando cae la tarde, madre de los caminos , retornas a tu casa de fachada oscura a llenar las jarras de agua fresca y a encender el fuego de tu dueño. Esa es tu tarea.
El hombre buscará, aún, un poco de fiesta en ti, mujer perdedora en amores, sin saber que hace tiempo los sueños se apagaron en tu pecho. Sólo escuchas ya la mar espesa detrás del tabique de tu cuarto y te acurrucas como buscando tu propio corazón, o el recuerdo de alguna bella caricia pasada.
Despúes de andar por esos mundos sin detenerte nunca, cuando cae la tarde, madre de los caminos , retornas a tu casa de fachada oscura a llenar las jarras de agua fresca y a encender el fuego de tu dueño. Esa es tu tarea.
El hombre buscará, aún, un poco de fiesta en ti, mujer perdedora en amores, sin saber que hace tiempo los sueños se apagaron en tu pecho. Sólo escuchas ya la mar espesa detrás del tabique de tu cuarto y te acurrucas como buscando tu propio corazón, o el recuerdo de alguna bella caricia pasada.
¡Cúantas albas en los muelles!¡Cúantas noches de portal!¡Cúantas esperas en balde!.Para un mendrugo de pan...
Colaboración literaria: José Marcelino García Fernández.
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