El Barcón era como unas afueras del pueblo, un arrabal a donde venias a ver la raya del horizonte o a lanzar las sadeñas a pique de su proa, ese mirador fresco del muelle que nos situaba cara a la mar abierta.
Un día fue cubierto de cemento y dejó de verse su babor, su borda, sus careles de piedra y hierro. solo quedó el nombre y su figura imponente traída a veces por el sueño.
Pero la mar bravía, la mar que no tiene dueño, que juega sin cansancio mañana y noche, barrió una madrugada de galerna las cordilleras de bloques de cemento, dejando otra vez aquellos barcos de piedra con sus escondites y marañas, por donde andaban los rapazos de barco y entraban los remolinos de un agua que sonaba allá abajo, en las bodegas.
Mientras tanto, la gente sube y baja, vive y pasea cerca de un duro campo rodeado de mares agotados, en donde, en otro tiempo, estuvo parte del corazón y el alma de Candás.
Un día fue cubierto de cemento y dejó de verse su babor, su borda, sus careles de piedra y hierro. solo quedó el nombre y su figura imponente traída a veces por el sueño.
Pero la mar bravía, la mar que no tiene dueño, que juega sin cansancio mañana y noche, barrió una madrugada de galerna las cordilleras de bloques de cemento, dejando otra vez aquellos barcos de piedra con sus escondites y marañas, por donde andaban los rapazos de barco y entraban los remolinos de un agua que sonaba allá abajo, en las bodegas.
Mientras tanto, la gente sube y baja, vive y pasea cerca de un duro campo rodeado de mares agotados, en donde, en otro tiempo, estuvo parte del corazón y el alma de Candás.
EL MUELLE DE CANDÁS
BARCO DE PIEDRA EN MUELLE DE CANDÁS AÑO 1970 Foto: colección Luis Fernández
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