viernes, 22 de noviembre de 2013

No solo Gozón tiene malleras

..............MALLERAS DE GUIMARÁN-CARREÑO FOTO: Mónica Salas. 
Por la izquierda, Toñi Fernández, Eulalia Hernández, Fini Álvarez, Mary Vega, Mary Paz Ordieres, María Rosa Pérez, Ramona Fernández, Ángeles González y Julita Rodríguez

Un grupo de mujeres se reúne todas las semanas en Guimarán para confeccionar prendas con el bordado típico de Luanco

Mónica G. SALAS Aunque sus vecinos nunca congeniaron muy bien, lo cierto es que Carreño y Gozón cada vez van más de la mano. Comparten la tradición (pero sin olvidar nunca su eterna y sana rivalidad) de hacer el dulce típico de Semana Santa, las marañuelas, de vestirse de mahón como sus antepasados marineros y de organizar durante sus festividades el concurso de los artilugios flotantes o la cucaña, por poner algunos ejemplos. Pues bien, ahora parece que la chispa ha vuelto a saltar entre ambos concejos. La malla, el típico bordado luanquín, ya es elaborado por varias mujeres carreñenses en la parroquia de Guimarán.

"La idea surgió hace años cuando un grupo de vecinas decidimos juntarnos para aprender un nuevo arte. La elaboración de la manta candasina ya la conocíamos y queríamos probar algo diferente. Entonces, pensamos en la malla y la verdad es que nos gusta muchísimo. Es bonito y a la vez muy entretenido", confiesan estas mujeres entre puntada y puntada, sin perder la concentración. Porque un despiste les puede arruinar la pieza. "Es muy laborioso. Se necesita dedicación y mucha paciencia y aun así es muy difícil no cometer errores", explica una de ellas, Fini Álvarez.

Estas nuevas malleras carreñenses (son unas doce) se reúnen, en el marco de los cursos de extensión cultural del Ayuntamiento, todos los martes en el centro de iniciativa rural de Guimarán-El Valle para seguir las indicaciones de su profesora, Toñi Fernández, que como buena luanquina conoce a la perfección los secretos de este arte centenario. "Lo primero que se hace es la malla con ayuda de un palo llamado "tentemozo". A continuación, se coloca la malla en un bastidor y se marca. Es decir, se dibuja con un hilo fino para luego poder bordar la prenda. Para acabar, se engoma con el fin de que el tapete quede almidonado, y al final, se recorta", comenta Fernández.

Para sus alumnas lo más complejo es, sin duda, hacer la malla. "La primera parte es lo más difícil y lo que más tiempo te lleva, porque de una puntada tienes que crear miles de cuadraditos", opina Ramona Fernández. Lo interesante viene, pues, cuando comienza el bordado. "Vas viendo que la pieza toma forma y lo guapo que va quedando todo", dice Fini Álvarez, una de las más locuaces del grupo. "Estamos cuatro horas, pero se nos pasa el tiempo volando. Además, hacemos un descanso para tomar el café, charlar y hasta contar chistes. Es una forma de pasar la tarde y, sobre todo, de poder reencontrarnos", apunta Álvarez.

Ahora bien, para estas mujeres la mayor satisfacción es poder ver sus tareas completadas. "Eso es lo mejor. Tengo ya tres chales en casa y aunque no los ponga a diario, sé que son para toda la vida", señala Ramona Fernández. Como ella, el resto de compañeras guardan con celo en sus armarios pañuelos de arras, caminos de mesa, bolsas, toquillas... Pero estas mujeres no sólo hacen malla para uso propio, sino que también han confeccionado paños para la Virgen de Los Remedios, de Guimarán, y de El Carmen, de El Valle. Todo ello, por supuesto, a base de mucho esfuerzo.

"No contamos las horas que nos lleva hacerlo. Pero, desde luego, que muchas. Es una labor que no tiene precio", expresa Julita Rodríguez. La próxima aportación de este grupo de malleras al concejo serán unas puntillas para los altares de las dos capillas que tiene la parroquia de El Valle: la de San Antonio y la de la Virgen.


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