miércoles, 2 de marzo de 2011

La adicción a internet

El bielorruso Eugeni Morozov empezó dándole la vuelta a la tortilla con su ensayo sobre los espejismos de libertad y conocimiento en internet. Ahora, es el pensador estadounidense Nicholas Carr quien advierte de los peligros de una sociedad adicta a las tecnologías.

Como escribe en su ensayo, «¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?», el problema para las generaciones más jóvenes, que han crecido con toda la tecnología al alcance, llegará si algún día tienen la oportunidad de quedarse a solas con sus pensamientos. Entonces, dice Carr, no sabrán qué responder, demostrarán que son seres superficiales, perdidos.

El problema, realmente, es que el día tiene veinticuatro horas y de ese tiempo apenas se dedica un segundo a pensar. Hoy puede que sea por culpa de ese viaje cotilla y banal de internet, pero ayer mismo era por otra causa distinta. Pero efectivamente así es, buscamos todas las respuestas de la sociedad moderna navegando en la red como si se tratase de dar con una receta de cocina o un fallo detectado en el ordenador; evidentemente no las encontramos. Tan simple como que nos hemos equivocado de buscador.

Internet es un quiosco provisto de información y desinformación, de hechos, de rumores y de bulos, y de una variedad peligrosa de razones morales como ha escrito Morozov en su lúcido ensayo sobre el vértigo y la ciberutopía. El bielorruso afincado en Estados Unidos, Carr y otros muchos nos están aleccionando sobre los riesgos de adentrarse en una jungla tupida sin machete.

Carr invita, por ejemplo, a la desconexión. A quitarse de vez en cuando de la pantalla para evitar daños en el cerebro y estimular la creatividad que siempre ha distinguido a los hombres por encima de otros animales.

No todo es tan perfecto como lo pinta Google, no todo está tan al alcance del cibernauta, al menos no todo lo importante o esencial. El exceso de datos o contenidos triviales atrofia cerebros. Muchas más veces de lo deseable, la información que procesamos o no es buena o no la procesamos bien, por superficial o ingente.

Sol y sombra. L.N.A.
LUIS M. ALONSO

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