"...Ruido: «Sonido inarticulado, por lo general desagradable». Pero también: «Litigio, pendencia, pleito, alboroto o discordia». Y asimismo: «Apariencia grande en las cosas que no tienen gran importancia..."
Ruido de campañas preelectorales aún con las elecciones lejos. Ruido de eslóganes. Ruido de divisiones, escisiones, banderías, separaciones, taifas dentro de partidos políticos, incluso de aquellos que ni siquiera conocíamos. Ruido de la derecha, de la izquierda: hasta se escucha ruido de centro.
Ruido de corrupción, ruido de dinero negro, ruido de cohecho, de sobornos, de prevaricación, de palabras jurídicas o administrativas cuya existencia desconocíamos, pero que ya estaban ahí, esperando que algún ladrón las sacase a la luz. Ruido de paraísos fiscales, de islas caimanes suizas. Ruido de declaraciones, de contradeclaraciones, ruido de «tú, más», ruido de «todos estamos pringados, pero vosotros más pringados».
Ruido de cuatro millones y medio de parados o cuatro millones y medio de ruidos atronadores diarios. Ruido de crisis por todas partes. Ruido de locales y locales cerrados, ruido de se alquila, se traspasa, ruido de se vende. Ruido de los sin futuro. Ruido de los sin esfuerzo. Ruido de estafadores, timadores, ruido de empresarios trileros.
Ruido de bombardeos. Ruido de revoluciones tan cerca. Ruido de nombres: «Amanecer de la Odisea» no es un poema. Ruido de tsunamis. Ruido nuclear. Ruido de Fukushima. Ruido de Haití, ruido del Congo, ruido para que, aquí, podamos seguir viviendo en el primero de los mundos, en el balneario, y quejándonos cuando se nos cae media uña....
«La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que no significa nada», dijo Shakespeare hace ahora 405 años. Lo estamos consiguiendo.
Ruido de campañas preelectorales aún con las elecciones lejos. Ruido de eslóganes. Ruido de divisiones, escisiones, banderías, separaciones, taifas dentro de partidos políticos, incluso de aquellos que ni siquiera conocíamos. Ruido de la derecha, de la izquierda: hasta se escucha ruido de centro.
Ruido de corrupción, ruido de dinero negro, ruido de cohecho, de sobornos, de prevaricación, de palabras jurídicas o administrativas cuya existencia desconocíamos, pero que ya estaban ahí, esperando que algún ladrón las sacase a la luz. Ruido de paraísos fiscales, de islas caimanes suizas. Ruido de declaraciones, de contradeclaraciones, ruido de «tú, más», ruido de «todos estamos pringados, pero vosotros más pringados».
Ruido de cuatro millones y medio de parados o cuatro millones y medio de ruidos atronadores diarios. Ruido de crisis por todas partes. Ruido de locales y locales cerrados, ruido de se alquila, se traspasa, ruido de se vende. Ruido de los sin futuro. Ruido de los sin esfuerzo. Ruido de estafadores, timadores, ruido de empresarios trileros.
Ruido de bombardeos. Ruido de revoluciones tan cerca. Ruido de nombres: «Amanecer de la Odisea» no es un poema. Ruido de tsunamis. Ruido nuclear. Ruido de Fukushima. Ruido de Haití, ruido del Congo, ruido para que, aquí, podamos seguir viviendo en el primero de los mundos, en el balneario, y quejándonos cuando se nos cae media uña....
«La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que no significa nada», dijo Shakespeare hace ahora 405 años. Lo estamos consiguiendo.
Francisco García Pérez
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