Para que tristemente no todo siga igual.
Para que no sea siempre lo de siempre.
Para que se guarde el puño y el puñal y
no sigan muriendo más mujeres.
Aquí, en medio de este fresco venido
de la mar, levantamos nuestra voz,
nuestro grito, nuestras manos desnudas,
nuestra frente.
Para que no sea siempre lo de siempre.
Para que se guarde el puño y el puñal y
no sigan muriendo más mujeres.
Aquí, en medio de este fresco venido
de la mar, levantamos nuestra voz,
nuestro grito, nuestras manos desnudas,
nuestra frente.
Un llanto interminable, un llanto de esclava,
de víctima social, de mujer trémula y doliente
llega hasta el corazón de los bosques,
hasta el horizonte marino,
hasta el campo y la ciudad, llega...hasta
las mismas puertas de la muerte.
de víctima social, de mujer trémula y doliente
llega hasta el corazón de los bosques,
hasta el horizonte marino,
hasta el campo y la ciudad, llega...hasta
las mismas puertas de la muerte.
Es hora de hablar los dos sentados:
hombre y mujer, mujer y hombre,
hombre y hombre, mujer y mujer.
Hablar hasta que podamos conocernos.
Hablar mirándonos a los ojos, hasta que al fin despunte
la nueva madrugada de la vida sin violencia,
sin puño ni puñal.
Hablar y cruzar los brazos sobre el pecho,
en son de paz.
hombre y mujer, mujer y hombre,
hombre y hombre, mujer y mujer.
Hablar hasta que podamos conocernos.
Hablar mirándonos a los ojos, hasta que al fin despunte
la nueva madrugada de la vida sin violencia,
sin puño ni puñal.
Hablar y cruzar los brazos sobre el pecho,
en son de paz.
José Marcelino García, 22 de noviembre de 2mil9
No hay comentarios:
Publicar un comentario