FOTO: Archivo A.VV. de CandásLa organización no gubernamental de signo católico Manos Unidas, presenta su campaña anual contra el hambre. Suele ser un día de cifras y de estadísticas que, desde nuestra comodidad de estómagos satisfechos por la abundante ingesta de alimentos y bebidas, leemos, indiferentes, en los medios de comunicación social.
Ahí van algunos datos del balance macabro: 1.300 millones de personas malviven con menos de un dólar diario. 100.000 personas mueren diariamente de hambre. Cada año, 35 millones de personas caen bajo el umbral de la pobreza. Cerca de 140 millones de niños no asisten a la escuela. Hay 1.000 millones de analfabetos adultos, dos tercios de los cuales son mujeres. Las 359 sociedades mayores acaparan el 40% del comercio mundial, mientras que en los países menos desarrollados en los que vive el 10% de la población mundial se registra sólo el 0,3% de dicho comercio mundial.
Esto es un fracaso para todos y una vergüenza para la Humanidad. La pobreza mata más personas que las guerras, el terrorismo, los accidentes, los terremotos, las violencias. Está pendiente la única guerra justa, necesaria y urgente. Aquí no se admite la objeción de conciencia. La pobreza es más un problema político que económico. Es una falta de compromiso, una anestesia de la conciencia, un amortiguamiento de la sensibilidad ética.
Combatir el hambre es combatir las causas del hambre: causas culturales, políticas, económicas. Es difundir todos los avances en sanidad, agricultura, educación que se van dando en el mundo; es arrinconar para siempre nuestra ansia desmesurada de poseer y de explotar a los más débiles. Combatir el hambre es abrirnos a una actitud solidaria de ayudar en el desarrollo de los pueblos, sin paternalismos ni colonialismos.
Tantas guerras inútiles y sangrientas, a lo largo de la Historia buscando el poder, la hegemonía, el dominio, en las que las víctimas siguen siendo las mismas: los empobrecidos, los marginados...No basta la caridad. Es necesaria la justicia. Aquélla va a subsanar los efectos, ésta va a destruir las causas.
Esto es un fracaso para todos y una vergüenza para la Humanidad. La pobreza mata más personas que las guerras, el terrorismo, los accidentes, los terremotos, las violencias. Está pendiente la única guerra justa, necesaria y urgente. Aquí no se admite la objeción de conciencia. La pobreza es más un problema político que económico. Es una falta de compromiso, una anestesia de la conciencia, un amortiguamiento de la sensibilidad ética.
Combatir el hambre es combatir las causas del hambre: causas culturales, políticas, económicas. Es difundir todos los avances en sanidad, agricultura, educación que se van dando en el mundo; es arrinconar para siempre nuestra ansia desmesurada de poseer y de explotar a los más débiles. Combatir el hambre es abrirnos a una actitud solidaria de ayudar en el desarrollo de los pueblos, sin paternalismos ni colonialismos.
Tantas guerras inútiles y sangrientas, a lo largo de la Historia buscando el poder, la hegemonía, el dominio, en las que las víctimas siguen siendo las mismas: los empobrecidos, los marginados...No basta la caridad. Es necesaria la justicia. Aquélla va a subsanar los efectos, ésta va a destruir las causas.
José Luis Martínez.
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